ANCIANO|
El término de «anciano» denota la dignidad de su Función
(a)
Antiguo Testamento:
En el Antiguo
Testamento, magistrado, a la vez civil y religioso, que, hasta allí donde
podemos saber, era nombrado en virtud de su derecho de edad, a la cabeza de una
casa patriarcal, de una familia de la tribu, o de la misma tribu (1 R. 8:1-3;
Jue. 8:14,16). Al tener la posición de jefe de una tribu o de las familias más
grandes, el anciano tenía la autoridad de príncipe. Ordinariamente, sólo los
hombres de edad madura accedían a estas funciones.
Otros pueblos, como los
madianitas y moabitas (Nm. 22:4, 7), organizados en tribus, tenían ancianos.
Este título designa generalmente a altos funcionarios (Gn. 50:7) que:
Gobernaban al pueblo (Dt. 27:1; Esd. 10:8); representaban a la nación en las
transacciones que la concernían (Éx. 3:18; Jue. 11:5-11; 1 S. 8:4); cuando se
tenía que honrar a un huésped (Éx. 18:12); celebrar una alianza (2 S. 5:3), o
celebrar actos religiosos (Lv. 4:13-15; Jos. 7:6).
Un cuerpo de 70
ancianos ayudaba a Moisés a gobernar a los israelitas (Nm. 11:16-24). Cada
ciudad tenía sus ancianos, que eran probablemente los cabezas de las familias
de la localidad, y que ejercían la autoridad civil y religiosa (Dt. 19:12;
21:2; Rt. 4:2-11; 1 S. 11:3; Esd. 10:14). Los ancianos seguían ejerciendo estas
funciones en Judea durante la ocupación romana (Mt. 15:2; 21:23; 26:3, 47).
(Véanse SINAGOGA y SANEDRÍN)
(b)
Nuevo Testamento:
En el Nuevo Testamento
los términos «anciano» y «epíscopos» (que significa supervisor u obispo) eran
intercambiables (cp. Hch. 20:17, 28; Tit. 1:5, 7), pero no eran totalmente
sinónimos. El término de «anciano» (presbítero) denota la dignidad de su
función, en tanto que «episcope» denota aquellos deberes que ejercía. La
distinción que establece dos categorías de ministerio (la de anciano y la de
obispo) data del siglo II. En el año 44 d.C. encontramos ya ancianos en la
iglesia en Jerusalén (Hch. 11:30).
Durante su primer viaje
misionero, Pablo nombró ancianos en cada iglesia (Hch. 14:23). De hecho, los
ancianos en las iglesias de la gentilidad, hasta allí donde nos lo muestra el
NT, fueron siempre nombrados por la irremplazable autoridad apostólica, ya
ejercida personalmente, o bien delegada expresamente en unas personas
determinadas (cp. 1 Ti. 3:1-15; Tit. 1:5). Las instrucciones para su
establecimiento oficial nos vienen dadas en epístolas dirigidas a colaboradores
apostólicos, en las llamadas Epístolas Pastorales.
También cumplían sus
funciones en las comunidades de cristianos de origen judío (Stg. 5:14; 1 P.
5:1). Es evidente que la dignidad de anciano en la iglesia cristiana se
correspondía con la de anciano entre los judíos. Ambos cargos estaban
revestidos de la misma autoridad. Los ancianos estaban asociados con los
apóstoles en el gobierno de la Iglesia (Hch. 15:2, 4, 6, 22, 23; 16:4; cp. Hch.
21:18).
Eran los obispos o
supervisores de las iglesias locales (Hch. 20:17, 28; Tit. 1:5), y su función
era ocuparse del estado espiritual de la congregación, ejerciendo la
disciplina, enseñando (1 Ti. 3:5; 5:17; Tit. 1:9; Stg. 5:14; 1 P. 5:1-4; cp.
He. 13:17). Había en la iglesia local varios obispos o supervisores (Fil. 1:1),
llamados también ancianos (Hch. 11:30). No se hace alusión alguna a una
distinción de funciones entre ellos.
Dentro de la iglesia
cristiana de los tiempos apostólicos, como en la sinagoga, la predicación no
era una función esencial de los ancianos; no les estaba reservada de una manera
exclusiva. Como pastores del rebaño, los ancianos debían instruir bien y ser
aptos para enseñar (1 Ti. 3:2; Tit. 1:9). Pero toda persona que poseyera el don
de profecía o de enseñanza tenía derecho a dar exhortaciones (1 Co. 12:28-30;
14:24, 31).
En relación con esto es
importante señalar la distinción entre «don» y «cargo». El primero proviene
directamente del Señor; el segundo, por el ejercicio de la autoridad humana. El
don no precisaba por ello de autoridad humana para ser ejercitado, y se ejercía
en sujeción inmediata a la Cabeza. La autoridad de los ancianos, como cargos,
derivaba de su establecimiento oficial por los apóstoles, y tenía su esfera en
el seno de la asamblea local indivisa. Nada se dice en las Escrituras acerca de
una sucesión.
(c)
Los ancianos en el cielo:
Los veinticuatro
ancianos vistos por Juan en el cielo son mencionados frecuentemente en
Apocalipsis. Son vistos alrededor del trono, sentados en tronos, vestidos de
blanco y con coronas de oro, adorando a Dios (Ap. 4:4, 10). En el AT, cuando
todo estaba en orden había veinticuatro grupos sacerdotales, teniendo cada uno
de estos grupos a un anciano como cabeza o jefe (1 Cr. 24:7-18); puede que el
número veinticuatro para los ancianos en Apocalipsis sea una alusión a estas
veinticuatro suertes de sacerdocio.
Los ancianos en el
cielo tienen arpas de oro llenas de perfume «que son las oraciones de los
santos», evidenciando que actúan como sacerdotes (Ap. 5:8), celebrando la
redención en un cántico (Ap. 5:9). Se trata indudablemente de la Iglesia vista
ya en el cielo en su carácter de «real sacerdocio» (cp. 1 P. 2:9). (Véanse
OBISPO y PASTOR) exc, ANCIANO DE DÍAS tip, TITU Un título de Dios utilizado por
Daniel, aludiendo a Su eternidad. No puede ser separado de Cristo, porque en
Dn. 7 el Señor recibe los dos nombres, el de Anciano de Días y de Hijo del
hombre, y sin embargo el Hijo del hombre comparece ante el Anciano de Días para
recibir el dominio, la gloria y el reino (Dn. 7:9, 13, 22). Es a la vez Dios y
hombre (cp. Ap. 1 y Ap. 5).